lunes, 19 de septiembre de 2016

Héroes ignorados del semidesierto lagunero (II) / 588


Guillermo Orozco Rodríguez

“Pues ya te dije Toribio, que ningunos papeles tengo  alzados, como dices, pero si los tuviera: jamás te los entregaría
Marino Ortiz

Ante el compromiso hecho con el Benemérito por parte de Don Juan de la Cruz Borrego,los custodios se constituyeron en una pequeña fuerza armada compuesta de 18 hombres.Don Darío López Orduña como jefe inmediato de los valerosos y leales hombres constituyó una pequeña fuerza armada.
Todos jugaron papeles importantes en la guarda y custodia del archivo de la nación.  Marino Ortiz, Guadalupe Sarmiento y Gerónimo Salazar se convirtieron en pastoresy sus rebaños pacían siempre en los alrededores de la cueva del tabaco, con el fin de avisar a los guardianes armados la presencia de gente extraña.
Durante los días de guerra había rumores de que Juárez había llegado a la Laguna con muchas carretas cargadas con “cajonería”. El jefe de los imperialistas era Máximo Campos, mientras que Toribio Regalado Rosales era su lugarteniente.
Ambos eran protegidos de don Leonardo Zuloaga, pues Regalado  creció y se formó a su lado a petición de Doña Luisa Ibarra esposa del latifundista. Sabían  además  que al cruzar el Nazas para pasar a tierras de Durango ya las carretas con “la cajonería” no formaban parte de la Caravana del Decoro y de la dignidad.
Eso provocó curiosidad y suspicacia en ambos para corroborar esa versión, incluso llegaron a pensar que “la cajonería” contenía el oro que el Presidente traía desde México.
Mediante la tradición oral y  sin precisar fecha, se cuenta que  Máximo Campos, desde mediados de septiembre de ese mismo año, merodeaba por tierras laguneras de Coahuila gracias a que desde tiempo atrás Zuloaga le había proporcionado gente armada para que combatiera  en contra de la causa liberal. Además lo había puesto en contacto con Toribio Regalado.
Ambos hacían mancuerna  y tenían fama de crueles y sanguinarios, a pesar de navegar con la faceta de defensores del orden, de la religión, de la familia, de la decencia y de la propiedad.
La presencia del Patricio tuvo la virtud de dar claridad en la gente y desenmascarar a los zuloaguistasexhibiéndolos como: bandidos,  incendiarios,  asesinos y traidores a la República.
Por otro lado los laguneros fueron vistos como patriotas por sus acciones y por sus elevados ideales humanos. Jesús González Herrera alcanzó el grado de General; Darío López Orduña y Juan de la Cruz Borrego, que a pesar de no ostentar ningún grado militar sirvió leal y patrióticamente a la causa por la liberad.
Fue por eso  que la lucha de Máximo Campos y de Toribio Regalado Rosales era ciega, dura, difícil,  por donde caminaban se respiraba hacia ellos desprecio y desconfianza.  Su único método para someter a los laguneros republicanos era el terror;  incendiaban y saqueaban cosechas, quemaban viviendas, asesinaban y torturaban a pastores y campesinos.
Nuevamente la tradición oral rescata a cinco mártires que dieron su vida en la tarea por guardar y defender el Archivo General de la Nación. Las primeras víctimas fueron los hermanos Arreguín, tal vez en el mismo año de 1864.
Les faltaban provisiones a los custodios y su jefe, el coronel López Orduña, dispuso que los hermanos Pablo y Manuel Arreguín se dirigieran a Matamoros a conseguirlas,  en el camino fueron sorprendidos por gente de Máximo Campos y de Toribio Regalado, que andaban como buitres sobre lo que pensaban era oro y plata. Sorprendieron  a los hermanos al regresar con las provisiones, Toribio los interrogó sobre la “cajonería”.
Ningún informe obtuvo: primero golpeó a Pablo y posteriormente sujetó a los dos hermanos de manos y pies. Después decidió ahorcar a Pablo para obligar a Manuel a hablar en un afán de salvar a su hermano,  lo único que obtuvo de Pablo antes de morir, fueron maldiciones.
Creyendo haber ablandado a Manuel lo interrogó y recibió sólo maldiciones por respuesta: ni una palabra, ni el más ligero indicio que le permitiera llegar al tesoro. Perdió la paciencia. No hallando la forma de quebrantar la voluntad de Manuel, ordenó quemar el cadáver de Pablo, allí mismo, colgando como estaba de la rama de un mezquite. Tampoco logró que Manuel hablara y su impotencia sólo podía tener una salida: matarlo.
Gerónimo Salazar y Guadalupe Sarmiento también fueron sorprendidos por la gente de Máximo Campos y torturados —se asegura que a uno de ellos le sacaron, una a una, las uñas de los dedos de los pies— para hacerlos hablar pero—igual que los hermanos Arreguín— no pronunciaron palabra que les diera la menor luz a los contrarios para que encontraran lo que tan afanosamente buscaban.
El 10 de  enero de 1866  una columna formada en su mayoría por extranjeros entró a medio galope, con los sables en alto, a la ya por entonces villa de La Laguna de Matamoros —nombre que le dio don Benito– por decreto expedido en Mapimí.
Llegaban furiosos porque don Jesús González Herrera, ya general, los había derrotado en San Carlos, una legua al sur de la villa Miguel Lerdo de Tejada y al este de la hacienda de Avilés. En esa acción habían muerto 10 soldados franceses además de los heridos y de los muertos que hubo entre los afrancesados.
Nuevamente aparece  Toribio Regalado Rosales, el de la “gloriosa victoria con los hermanos Arreguín, sorprendió a Marino Ortiz en un paraje conocido con el nombre de “Noria del Jabalí”, entre los días 9 y 10 de febrero de 1866.
Marino Ortiz estaba a la puerta de un jacal, por la mañana y Toribio Regalado Rosales, como era la costumbre, llegó saludando, luego  le pidió hablar con él de manera reservada para lo que ambos se alejaron un poco del jacal. De repente cuentan los testigos que Ortiz alzó la voz diciendo lo siguiente: “Pues ya te digo, hombre, que ningunos papeles tengo alzados y si los tuviera, como dices, no te los entregaría. Puedes hacer de mí lo que gustes”.
Las palabras de Marino Ortiz provocaron una respuesta, y Toribio dio orden de que lo llevaran preso de inmediato a Matamoros. Rápido le echaron los caballos encima y  lo golpearon con los sables, dejándolo lleno de sangre y en situación lamentable.
En esas condiciones enfilaron rumbo a la villa,  en el camino, Toribio Regalado Rosales, que no solamente había aprendido nada de sus anteriores fracasos, intentó otra vez, por la vía de la tortura, hacer hablar a Marino Ortiz.
Una versión dice que lo obligaron a caminar sobre brasas, que le arrancaron pedazos del cuerpo y le rebanaron las plantas de los pies para hacerlo andar nuevamente sobre brasas. Que cada etapa del suplicio servía para que Toribio Regalado Rosales interrogara a su víctima y que en cada interrogatorio recibía como respuesta sólo el silencio, las maldiciones o las condenaciones de Marino Ortiz. Finalmente corrió entonces la versión de que fue descuartizado.
Al triunfo de la causa republicana y tratando de dar  cumplimiento a disposiciones superiores, don Juan recoge el Archivo General de la Nación de la cueva del Tabaco para regresarlo. Lo cargan nuevamente en los carros y carretas y emprenden el viaje a Zacatecas, saliendo por Viesca hacia la ciudad de las ricas minas.
Lo acompaña el señor don Jesús Chavero, que va como secretario de la nueva caravana,  una escolta de cincuenta hombres bien pertrechados, les da garantías y seguridad.
Los improvisados soldados van al mando de los señores Bernardino Altamirano y Francisco Vallejo. Llegaron a la hacienda de Pozo Hondo, Zacatecas. Allí pernoctaron y al día siguiente, cuando avistaban la villa de Coss, son avisados del audaz golpe de mano de Miramón sobre Zacatecas y de la forzosa evacuación de la plaza por los soldados y el gobierno republicano.
Los conductores y salvaguardantes del archivo se regresan a Viesca en donde esperan el desenlace de los acontecimientos, tiempo  después llegan algunos oficiales del ejército republicano y los necesarios soldados para recoger el archivo que, con las formalidades debidas, es entregado por el jefe de quienes lo habían custodiado durante dos años y casi cinco meses.
La entrega  se efectúa  en un lugar denominado “La Punta”, (unas leguas al sur de Viesca).

FUENTE: Valdés García José Santos. Matamoros Ciudad Lagunera. 1972
Guillermo Orozco Rodríguez. 12-IX-2016

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