CÁRDENAS EN LA LAGUNA / 597
* Crónica novelada
“En la Laguna estamos tratando de convertir en realidad el ideal que Ustedes sostuvieron con las armas en la mano”.Lázaro Cárdenas. (Discurso en Tlahualilo Durango)
Para garantizar el cumplimiento del histórico decreto del reparto de tierras en la Comarca Lagunera, el general Lázaro Cárdenas abordó el famoso tren Olivo para convertirlo de manera temporal en el despacho del poder ejecutivo, siempre acompañado por Gabino Vázquez su fiel Jefe del Departamento Agrario.
Las tierras afectadas estaban en manos de generales revolucionarios como Pablo Quiroga, Eulogio Ortiz, Jesús Gutiérrez, Carlos Real y Miguel Acosta entre otros. A propósito el general Ortiz declaró a la prensa: “La Revolución me dio la tierra, ahora la Revolución me la quita”. Mentalmente el general Cárdenas corrige la frase al leer la nota:“Durante la Revolución la adquirí y ahora se la devuelvo al pueblo”.Muchos de esos repartos de noviembre de 1936 tuvieron que hacerse velozmente para evitar problemas entre hacendados y campesinos.
El general vino a dictar resoluciones particulares para la mayoría de los nuevos ejidos,de antemano estaba enterado del papel que estaban jugando muchos esquiroles para debilitar al sindicalismo rojo, jornaleros importados de otras partes del país, para formar sindicatos blancos como una estrategia perversa por parte de los hacendados y que también lograron parcela.
Con su estancia en la región, Cárdenas corroboró lo que ya sabía de antemano, que la Laguna ni siquiera tiene una laguna, que de no ser por los ríos Nazas y Aguanaval sería un completo desierto, como todo a su alrededor. Paisaje de un solo color salpicado de mezquites, lechuguilla, cardenches y sotol, adornado por la magia verdiblanca del algodón.
Los informes le dieron claridad también que la lucha verdadera en la Laguna siempre había sido la del agua, ni el antiguo Reglamento para la Distribución de Aguas del Nazas de 1898, ni las siguientes ordenanzas impidieron la injusta distribución del sistema de irrigación. Tampoco había servido de gran cosa la Ley de Dotaciones y Restituciones de Tierras y Aguas de 1927, que limitó la propiedad a ciento cincuenta hectáreas.
Las siete pequeñas presas construidas a lo largo del Nazas: San Fernando, Santa Rosa, Calabazas, el Coyote o del Torreón, Guadalupe, San Pedro y la Colonia alimentaban a veintidós canales que regaban desde el siglo XIX 90 mil hectáreas de propietarios privados.
La huelga iniciada en junio de 1935 y extendida hasta agosto del año siguiente, era el resultado de la exacerbación de ánimos producto de la injusticia social, durante el conflicto hubo muertos, le habían informado que al menos treinta, en realidad, nadie sabía bien cuántos. Esas circunstancias de injusticia y dolor las había visto en muchas partes de la República y las había leído en “Oro Blanco”, la novela de Jesús Guerrero, que era un retrato hablado del sufrimiento y herida abierta de la pizca del algodón. Peones acasillados y trabajadores eventuales que cada día eran más pobres e ignorantes, explotados por hacendados que se llevaban sus ganancias fuera de México. El decreto emitido previo a su viaje tenía como objetivo formar al menos 290 ejidos, dotados con una superficie de 146,277 hectáreas de riego.
El tren Olivo llegó a la estación de Torreón con su silbido característico, lo esperaban una banda militar y cientos de campesinos, las autoridades locales estaban al frente de la muchedumbre, querían congraciarse con el “nuevo hombre fuerte”del país, pues el anterior hombre fuerte ya estaba en el exilio.
Los reporteros de los diarios locales intentaban fotografiar el momento, la música ensordecía las porras y los gritos de júbilo. El general Cárdenas se apeó del vagón presidencial y saludó a la multitud reunida. Ese vagón sería su dormitorio y su oficina en los próximos días, decidió no utilizar una habitación de hotel, ni de algún edificio público para sus reuniones. Iría personalmente a los nuevos ejidos. La actividad sería intensa, incluso se trabajaría por la noche, los Ingenieros y Agrimensores encabezados por Gabino Vázquez iban parcelando y él personalmente entregando las resoluciones presidenciales que les garantizarán a los ejidatarios la seguridad de sus certificados de derechos agrarios. No regresará a la Ciudad de México hasta no ver garantizado el reparto en la Laguna.
El asunto del reparto de tierras no fue motivo para desatender asuntos de carácter nacional: las rebeliones de Joaquín Amaro y de Saturnino Cedillo, pero además la difícil decisión de asilo político a León Trotsky. Repentinamente llega a Torreón su amigo personal Francisco J. Múgica acompañado del pintor Diego Rivera. El general los invita a subir al tren Olivo.
Mientras cenan, el presidente narra los logros del reparto de la Laguna en esos días. Posteriormente el pintor explica -que Liova, el hijo de Léon Trotsky le escribió una carta a su amiga Anita Brenner-, en la misma le pide interceder ante el presidente de darle asilo político al revolucionario ruso. -Y aquí estamos, general -interrumpe Múgica-, apelando a su conciencia revolucionaria para solicitarle que se dé asilo al dirigente ruso. Es un deber de la Revolución Mexicana acogerlo, no creo que el Ejecutivo a su cargo tenga ningún inconveniente.
Diego Rivera no deja de observar el semblante del presidente, desconfía de su socialismo. Mientras Múgica insiste sobre la precaria situación del exiliado que en esos momentos se encuentra en Noruega. El presidente mira a los ojos del pintor y sorbiendo su café caliente les dice: -Si acogemos a Trotsky, nos meteremos en líos con Stalin-. -Aquí mismo me imagino las reacciones del Partido Comunista y de Vicente Lombardo-. –Nos acusarán de muchas cosas y no creo que eso le haga gracia al presidente norteamericano-.
-Al contrario- interviene Múgica-, le hacemos un favor, él no puede acogerlo y de paso se demuestra que su gobierno, general, no es prosoviético.Mañana decidiremos -anuncia Cárdenas- bajo el espíritu de que este país es libre de acoger a sus hermanos revolucionarios. Déjenme pensarlo.
El presidente no tuvo que cavilar mucho esa noche, ya lo había decidido desde que conversó con los dos personajes. Por la mañana se los comunicó y de paso los invitó al reparto de la Hacienda de Hidalgo.
En los días de su estancia en la Laguna, el Departamento Agrario ejecutó 226 posesiones con un total de 128 mil hectáreas de riego y el Banco Ejidal organizó 185 Sociedades Locales de Crédito en los ejidos. Las dotaciones a los peones de las haciendas y ranchos se acordaron en virtud de que ninguna propiedad cumplía con los derechos que asistían a los peones acasillados.
En cada centro de población debería de manera obligatoria funcionar una Escuela Rural federal, que iría de la mano con el reparto, es decir tal y como lo describe el primer Director Federal de Educación en la región lagunera, José Reyes Pimentel en su libro “Despertar Lagunero”: ¡tierra y educación serían el garante de la Revolución agraria en la Laguna!
FUENTE: “Tierra Roja” de Pedro ángel Palou y “Despertar Lagunero” de José Reyes Pimentel.
Guillermo Orozco Rodríguez. 14 de Noviembre de 2016
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