PRIMEROS 100 DÍAS
POR GUILLERMO OROZCO R.
La Cuarta Transformación va en marcha; los obstáculos son muchos, algunos derivados del desorden heredado, de la deuda externa acumulada, de los dolidos que perdieron privilegios y otros legados de los que se fueron; hay también obstáculos deliberados, acciones concertadas y campañas ideadas por expertos en guerra sucia.
El proceso que se vive en México no es el de un cambio de gobierno, se anuncia como el de un cambio de régimen y hay millones de mexicanos que así lo creen y lo perciben. Hay quienes se desesperan porque quieren acciones más aceleradas, pero el momento geopolítico en el que nos encontramos y la situación de Venezuela debe convencernos que es mejor la cautela que acciones radicales que pudieran inconformar a nuestro vecino del norte.
El caso de México es singular: nuestra enorme frontera con los arbitrarios norteamericanos deben hacer que AMLO actúe con mesura. Las experiencias traumantes para nuestro país y para el resto de los países de América latina, la historia algo nos ha enseñado, pues los norteamericanos están fielmente convencidos del destino manifiesto que pusieron en práctica desde 1823, esta doctrina los ha hecho creer en que pueden convertirse en gendarmes y dueños de América entera.
En el caso de México los que perdieron el poder son aún muy ricos y corruptos, añoran sus antiguos privilegios y seguirán orquestando acciones y propaganda difamatoria para debilitar a quien valerosamente encabeza la cuarta transformación de México. Es por eso que los que estamos convencidos de que México debe tener un nuevo rumbo, debemos de unirnos y organizarnos para fortalecer ese noble proyecto.
A pesar de las críticas hacia morena, organización en que se colaron muchos priistas y panistas, debemos darle rumbo al nuevo proyecto de nación y fortalecer esa organización que gracias al tesón y resistencia de AMLO junto al hartazgo del pueblo hicieron que lograra una amplia mayoría que mucho ayudará a que se gobierne a favor del pueblo.
Los primeros 100 días del gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador, deben convertirse en un ejercicio que convenza a los incrédulos de que si hay cambio de régimen y que esta tarea titánica no tiene precedente en la historia reciente del país: en la memoria de los mexicanos ningún otro mandatario llegó al cargo con una legitimidad democrática tan incuestionable, en décadas recientes, nadie antes dispuso de un respaldo legislativo tan sólido y ninguno, desde los tiempos posteriores a la Revolución Mexicana se había propuesto un programa tan amplio de transformaciones políticas, económicas y sociales como el actual jefe de Estado.
Los puntos más relevantes que han de señalarse del ejercicio gubernamental iniciado el primero de diciembre del año pasado son: el deslinde de arraigadas tradiciones políticas, la vertiginosa demolición de instituciones que parecían inamovibles, como el Estado Mayor Presidencial y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), y la anulación de símbolos tan representativos de la Presidencia como la antigua residencia oficial de Los Pinos, los transportes aéreos y los retratos oficiales.
En estos poco más de tres meses han ocurrido, además, cambios de enorme relevancia, como la reorientación del gasto público hacia una política de bienestar, el inicio de un combate frontal a la corrupción en las oficinas públicas, la instauración de prácticas efectivas de austeridad, el fin del desmantelamiento del sector público que imperó durante 36 años de regímenes neoliberales. Además el comienzo del rescate de las empresas energéticas del Estado, la reversión de las estrategias educativas privatizadoras y tecnocráticas, el cambio de paradigmas en seguridad pública y migración, así como la recuperación de los principios tradicionales de la política exterior mexicana, entre otras rupturas destacables con el pasado reciente. Hay propósitos aun no concretados que llevarán más tiempo en esta cuarta transformación: la reactivación real del campo, la reconfiguración del sistema de salud pública, el establecimiento de una democracia participativa, la recuperación de las soberanías energética y alimentaria y la pacificación nacional. El programa sexenal de López Obrador apenas está empezando.
El presidente de México se ha propuesto informar trimestralmente de sus acciones de gobierno. Ello significa que en junio próximo, habrá una nueva oportunidad de evaluar balances. Cabe esperar que para entonces el panorama sea más claro y resulte menos complicado el ejercicio.
Ojalá y se tomen medidas para que morena se convierta en un partido bien estructurado que no le vaya a causar conflictos y mala imagen al esfuerzo titánico que está desarrollando López Obrador y que su importante mayoría con la que cuenta en el poder legislativo tenga desempeños bien definidos en los que no haya altibajos y que haya más aciertos que errores. De cualquier manera el actual poder legislativo ha sido capaz de acompañar al Ejecutivo aprobando, a veces con dificultad, parte de la legislación necesaria para los cambios ofrecidos, pero no ha podido sacudirse prácticas añejas, copias del viejo régimen.
Aunque la premisa de que en política la forma es fondo, no es del todo cierta, hay en ella algo de verdad cuidar la forma, casi siempre es cumplir con la ley, es actuar conforme a la reglamentación, con claridad y veracidad. Actuar en un parlamento implica algo más que preceptos jurídicos, exige respeto a los representados, cuyos intereses son superiores, pero también respeto a la propia investidura y a la soberanía que se encarna, pero sobre todo que los legisladores entiendan que son representantes de ciudadanos que depositaron en ellos su confianza.
Los que hemos luchado por décadas por el cambio de régimen tenemos que apoyar esta oportunidad que nos ofrece la cuarta transformación, los resultados en estos primeros 100 días nos dan la confianza que el cambio de régimen y la transformación del país van en serio.
Guillermo Orozco Rodríguez.- 18 de Marzo de 2019.
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