lunes, 8 de octubre de 2018

DOS FECHAS, DOS EXIGENCIAS 


Guillermo Orozco R.


Celebrar  los 50 años del movimiento estudiantil-popular de 1968, es mucho más que un recuerdo en la sociedad y la política del país, es también la exigencia del esclarecimiento de los hechos y castigo al culpable sobreviviente.   Este año la conmemoración se dará en circunstancias diferentes:
* En el marco del sexenio más corrupto de los últimos tiempos, sexenio que afortunadamente ya se extingue,
* En el marco de la transición de un nuevo gobierno esperanzador  y
* En el marco de la exigencia de la sociedad y de los padres por el esclarecimiento del paradero de los 43 jóvenes normalistas de la normal rural de Ayotzinapa; Guerrero,  desaparecidos  desde el 26 de septiembre de 2014.
Esa esperanza se aviva ante la promesa del presidente electo,  AMLO de quedurante su administración se resolverá el indignante caso. El presidente electo ya dio instrucciones precisas para que las autoridades den a conocer lo que realmente sucedió aquella noche. Hay promesa también de que se acompañará a los familiares de las víctimas en todo momento. A su vez los padres de los 43 estudiantes manifestaron que, por primera vez en cuatro años, sienten un poco confianza.
Regresando al 68, el movimiento fue un parteaguas en la historia contemporánea del país. Su influencia persiste en todos los ámbitos de la vida política y rebasa por mucho, el recordatorio ritual a los mártires de la matanza de Tlatelolco o a las demandas no satisfechas de esclarecimiento público de los hechos y castigo a los responsables de la matanza y a otros actos que enlodan al sistema político mexicano.
1968  fue un relámpago que exhibió  la oscuridad del autoritarismo gubernamental de la época. Un relámpago que mostró masivamente que la paz  social priísta era un mito sostenido que se acompañaba  con  la cárcel, el destierro o  el asesinato. Ese relámpago alumbró a gigantes cívicos y literarios como José Revueltas, y de paso, sacó del olvido de las cárce­les en las que se encontraban a presos políticos, como Demetrio Vallejo y Valentín Campa.
El 2 de octubre es un símbolo de algo más grande que una huelga estudiantil. No se olvida porque cambió nuestra cultura de la rebeldía. No se olvida porque inventó a los jóvenes como un sector activo de la ciudadanía y creó la comunidad imaginaria de los inconformes: todos, sin conocerse, luchaban por lo mismo; se unieron sin verse; se abrazaron sin tocarse. Los cuerpos, a la distancia, estaban siempre cerca. Los cuerpos, a la distancia, siguen estando cerca.
El atardecer del 2 de octubre es mucho más que una efeméride en el calendario, es más que una marcha anual, es el momento original en que los jóvenes decidieron hacer de la calle una tribuna para gritarle al gobierno. Es el momento en que los cuerpos se manifestaron, en que se inventaron formas novedosas de convocatoria: carteles llamativos, mítines en los mercados, brigadas políticas en las calles más transitadas, marchas del silencio que simbolizaban gritos de exigencia.
Los jóvenes del 68 usaron  el silencio masivo para expresar su indignación por la violencia del Estado sobre sus cuerpos; usaron los gritos para aplacar las macanas; sin redes sociales, usaron los relatos para cambiar las versiones y usaron el silencio para llenar de vergüenza a un régimen dictatorial exhibido.
Aquellos estudiantes rebeldes dejaron un legado del que muchos formamos parte aunque lo ignoremos. Sin ellos sería imposible pensar hoy en la pluralidad de partidos políticos y en  transiciones democráticas.  El vocabulario que el 68 plasmado en volantes y consignas, provocó una nueva forma de pensar en México.
El movimiento de hace cincuenta años se convirtió en el mito fundacional o en el rito de paso de la mayoría de las luchas actuales y sentó un precedente moderno de la protesta social urbana. Los grandes cambios históricos, como el debilitamiento del  partido único que gobernó 71 años y que hizo el primer intento de alternancia, hasta el movimiento popular del 1º de julio de 2018 en que se derrumba totalmente el  viejo régimen.
El 68 y Ayotzinapa son acontecimientos que en 2018 se conmemoran en diferentes circunstancias y que le pueden dar oportunidad al nuevo gobierno que junto al pueblo se sigan construyendo realidades,  en un México de  nuevos horizontes.
Guillermo Orozco Rodríguez.- Octubre 1 de 2018.

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