FRANCISCO I. MADERO: ILUSO O REVOLUCIONARIO
Guillermo Orozco R.
"La Historia como ciencia sirve para no volver a cometer los mismos errores".
Francisco Ignacio Madero nace en la Hacienda del Rosario, municipio de Parras de la Fuente; Coahuila, el 30 de octubre de 1873. Su abuelo Evaristo Madero Elizondo amasó una de las cinco fortunas más grandes del país mediante empresas agrícolas, ganaderas, vinícolas, textiles y de transporte. Estos negocios florecieron hasta que al inicio del siglo XX comenzaron a chocar con los negocios de Porfirio Díaz y sus allegados.
Francisco I. Madero fue fundador y candidato de un partido opositor, el Partido Antirreeleccionista, que lo postuló para los comicios de 1910, en los cuales Porfirio Díaz participaría una vez más. Madero representaba la oposición democrático-burguesa a la dictadura porfirista. Primeramente planteaba una transición pacífica por medio de la “contienda electoral”, la entendía como el deseo de que todos los ciudadanos concurrieran a los comicios, para que los funcionarios públicos electos se deban a sus electores. Además, quería que por medio del sufragio el pueblo obtuviera libertades y se asegurara un régimen constitucional.
La naturaleza del sistema político en el poder reaccionó encolerizadamente, encarcelando al candidato opositor días antes del proceso electoral. Con Madero en la cárcel quedó claro que cualquier transformación, incluso la más reformista, al régimen dictatorial no se lograría sino era por medio de la violencia. Es así, cuando esa oposición reformista burguesa decide tomar las armas para destronar a Díaz, Madero lanza el Plan de San Luis el 5 de octubre de 1910, desconociendo las elecciones en las cuales se reeligió Porfirio Díaz.
El éxito de su llamamiento se dio gracias a condiciones objetivas y al hartazgo de la población, por lo que la versión oficial plasmada además en los libros de texto en los que se nos presenta a Madero como el hombre que se encargó de prender el polvorín de indignación y rebeldía que explotó a finales de 1910 es superficial. Se oculta que la Revolución se gestó ideológicamente desde al menos una década antes, con antecedentes como el diario Regeneración, el Congreso Liberal de 1901 y el ala más radical del Partido Liberal Mexicano, que llevó a cabo movimiento subversivos en distintas células con eco en los levantamientos obreros de todo el país, organizados por hombres como Jesús, Ricardo y Enrique Flores Magón; Juan y Manuel Sarabia; Práxedis Guerrero y Librado Rivera entre otros.
De cualquier manera hay que aceptar que durante su efímero gobierno 1911– 1913 imperó la democracia, Madero fue presa de ataques encarnizados por parte de la prensa: se le ridiculizaba por practicar una doctrina espiritista, varios diarios capitalinos lo calificaban de “un loco que se comunica con los muertos”. Está comprobado que el propio Madero estaba convencido de estar predestinado a trascender en la vida, de ser un iluminado, cuya misión era dirigir y orientar a un pueblo carente de justicia y democracia.
Madero es presentado por Paco Ignacio Taibo II como un hombre de grandes convicciones, pero de pocas decisiones. Da a entender que era un poco bonachón, pero en el aspecto económico no pudo librarse de su origen ideológico y económico, se divorció de los ejércitos campesinos y le dio largas a la restitución y reparto de tierras, promesas con las que logró atraer en un principio a las huestes campesinas. Nunca se percató de las canalladas que se fraguaban a sus espaldas, y de los intentos de descarrilar su gobierno por parte de los grupos afines al régimen porfirista, que prevalecían aun sin la presencia del viejo dictador, y que junto con la prensa “chayotera” de aquella época presionaban para que renunciara, sin embargo opta por mantenerse firme hasta que finalmente es asesinado.
Ojalá y esas lecciones de la historia como ciencia, eviten que se cometan los mismos errores. El tiempo de la democracia a principios del siglo XX, con un perfil de liderazgo como el de Francisco I. Madero, no fue exactamente el que marcaba el reloj de la aceptación de la derrota porfirista. Hubo resistencias enormes para el éxito del nuevo gobierno.
La reflexión es analizar si Madero fue un revolucionario o un iluso, o si fue actor de un movimiento fallido que inicia con la participación entusiasta de un pueblo lleno de hartazgo, un acto de voluntad ingenua que representó de manera efímera a un pueblo cansado del autoritarismo, de la pobreza, la vejación y el hambre.
El movimiento popular de principios del siglo anterior se escenificó en un tiempo marcado en la lucha por el poder, la revuelta, la rebelión y el levantamiento armado. Sin embargo, había un reloj que marcaba las últimas horas del porfiriato, que no se extinguió del todo, que no se acabó a la primera. La decena trágica, con los buitres de por medio, fue la muestra de que los tiempos de la democracia habían llegado o se habían adelantado, pero los relojes del nuevo “contrato social”, de la pluralidad, del sufragio efectivo, no estaban sincronizados.
Ahora debemos preguntarnos: ¿Cuál será la duración del tiempo de la democracia, de la justicia y de la alternancia democrática en estas horas del siglo XXI?
En los tiempos de Madero, el reloj de las lealtades militares y de las fuerzas del orden, con su gobierno, no correspondieron con los tiempos de la democracia liberal. Aunque los minutos de la reelección en el máximo cargo político de la nación, entraron en pausa, el régimen no estaba disuelto, el poder porfirista no estaba muerto. En aquel tiempo y en esas condiciones políticas, los relojes de la prensa no favorecieron la ruta de la transición democrática, aunque ésta fuera la aspiración principal. El poder legislativo aún estaba cooptado por el régimen anterior, y los diputados y senadores estuvieron prestos a nombrar como presidente al chacal Victoriano Huerta, sabiendo de antemano que fue el operador principal de la ejecución del presidente de la República, que había sido elegido democráticamente.
Ojalá y el nuevo gobierno que inicia el 1º de diciembre de 2018 y cuyo presidente electo reitera que uno de los principales inspiradores de su conducta política es Don Francisco I. Madero, se nutra de la historia como ciencia para evitar la repetición de graves errores.
Fuente.- México: los relojes y los tiempos de la democracia.- Gutiérrez Müller Beatriz, Salmerón Sanginés Pedro y Taibo Mahojo Francisco Ignacio.
Guillermo Orozco Rodríguez.- 29 de Octubre de 2018.
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