martes, 1 de mayo de 2018

DÍA DEL NIÑO EN EL NIGROMANTE, ZACATECAS

Catarino Martínez Díaz

No había un pan en la mesa pero había sueños y ganas de crecer. AQUELLOS NIÑOS caminábamos descalzos sobre el lomo de la Madre Tierra, que todo nos prodigaba para ser felices: Un ábaco de estrellas que por las noches los abuelos nos enseñaban a manejar, nos preguntaban por ejemplo ¿Por qué La Estrella Polar no se movía del Norte? Porque era el referente para que no se perdieran cumpliendo su oficio de arrieros y llegaran a Zacatecas; a Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes, o al Potosí para vender sus mercancías. No había caminos de pavimento pero hacíamos miles de veredas desgastando el risco con nuestras plantas desnudas, o llevando el rebaño hasta el agostadero, al tanque de abrevadero donde nosotros también, mitigábamos las sed sin remilgo alguno. 

De las ensortijadas palmas hacíamos nuestros juguetes y las pencas de nopal, bolas de pirul, biznagas, abejas y hasta las jicoteras, calmaban nuestra necesidad de golosinas. Los verdes abejorros se convertían en helicópteros voladores sometidos por un hilo, girando a conveniencia nuestra, así, en círculos de vida como nuestras ilusiones. Éramos niños por las callejuelas de San Nicolás jugando a las escondidas, al caico (canicas), los encantados, los pájaros, los listones o el correllón escondido. Teníamos tantas pláticas de espantos que sólo así nos íbamos a dormir temprano, y porque las luciérnagas llamadas "paniquesos" no daban suficiente luz, en las oscuras noches del caserío. A orillas del pueblo cantaban los enamorados y a unos cuantos pasos de ellos el coyote, reclamando una gallina para llevar comida a sus cachorros. También fuimos niños... también soñamos... también crecimos. 

FELIZ DÍA DEL NIÑO.

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