MAYO EN LA REPÚBLICA ITINERANTE
POR: GUILLERMO OROZCO R.
Juan de la Cruz Borrego
Se le conoce como República itinerante o errante al periodo en que el Presidente Benito Juárez, ante el avance del Ejército francés intervencionista, decide dejar la capital de la República a partir del 31 de mayo de 1863 para regresar cuatro años más tarde, el 15 de junio de 1867. Este largo peregrinar dura cuatro años, un mes y 15 días.
El presidente Benito Juárez, previa clausura de las sesiones del Congreso, abandonó la Ciudad de México acompañado por su familia, su gabinete, buena parte de los diputados del Congreso, empleados de gobierno y un destacamento militar, con destino a San Luis Potosí, donde instalaría los Poderes de la Unión.
El gobierno de la República anduvo errante, pero nunca salió del territorio nacional. Buscó asiento en diversos estados como San Luis Potosí, Guanajuato, Coahuila, Nuevo León, Durango, Chihuahua y Zacatecas.
Corría el mes de septiembre de 1864, ya había transcurrido más de un año de su pesada marcha cuando el benemérito arriba a un caserío llamado el Gatuño, dos veces histórico, pues 53 años antes en ese mismo lugar estuvo Don Miguel Hidalgo, quien ya prisionero era conducido a la Ciudad de Chihuahua, donde sería fusilado.
Ese 4 de septiembre de 1864 a las 12 horas, llega el Presidente Juárez al Gatuño (hoy congregación Hidalgo), en este lugar el Coronel Jesús González Herrera le presenta a Don Juan de la Cruz Borrego, a quien Juárez le confía los Archivos de la Nación para su custodia y salvaguarda.
Resuelto lo del archivo, el presidente Juárez continuará su viaje hacia el Estado de Durango y posteriormente a Paso del Norte (Ciudad Juárez; Chihuahua), Juan de la Cruz Borrego y un grupo de hombres leales a riesgo de su propia vida, se hacen cargo de los 55 bultos que constituían el archivo, mismo que era trasladado en once carretas tiradas por bueyes, lo que hacía que su marcha fuera lenta y penosa
El numeroso grupo de custodios encabezado por Juan de la Cruz Borrego, tuvo que poner en juego fuerza e imaginación para cavar un pozo en el arroyo del jabalí de tal hondura que pudiera recibir todos los bultos; primer lugar en el que estuvieron ocultos— y hacer todas estas pesadas maniobras de tal modo que escaparan a las miradas de quienes no estaban en el secreto.
Posteriormente, pensando que podían mojarse los papeles en caso de que hubiera lluvias o de que alguna avenida del río Aguanaval derivara agua —como siempre ocurría— por lo que se vieron en la necesidad de pensar en cambiar a otro sitio que no ofreciera tales riesgos. Uno de los miembros del grupo conocía muchas cuevas, una en la falda sur de la llamada sierra de Texas a unos diez u once kilómetros de El Gatuño. La oquedad era muy poco conocida y el nombre que la distinguía de las otras era cueva del Tabaco. Su pequeña entrada quedaba disimulada porque, cubriéndola, había las ramas de un granjeno, arbusto de ramaje tupido, de varas delgadas y espinosas, hojas pequeñas y frutos redondos que en la madurez adquieren color naranja.
Otra tarea ardua, era desenterrar los bultos y llevarlos por entre mezquitales y pedazos de suelo sin vegetación que permitiera ocultarse. Cierto que poca gente, muy poca y muy ocasionalmente, transitaba por esos parajes. Pero había pastores, leñadores, cazadores y recolectores de las vainas secas del mezquite, procedentes de otros puntos, casi siempre desconocidos y de los que era indispensable desconfiar. La tarea fue llevada al cabo sin tropiezo y desde fines de septiembre de ese año, 1864, allí quedó guardado el Archivo General de la Nación.
El compromiso de los laguneros fue el de ocultarlo y defenderlo durante unos cuantos días, si acaso algunas semanas. El gobierno calculó que en unos días podrían hacerse cargo nuevamente del archivo. Pero se calculó mal, el 12 de septiembre, el señor José María Iglesias les escribe a los valerosos laguneros desde la hacienda de La Goma —del hoy municipio de Lerdo—que en la primera oportunidad hagan llegar el archivo al gobierno. Pero tal oportunidad no se presentó y “la cajonería” se quedó en la gruta del tabaco hasta los primeros meses de 1867.
Posteriormente y conforme se va consolidando la República, gracias a la decisiva batalla del 2 de abril de 1867 cuyo mérito se debió al valeroso general Porfirio Díaz, Don Benito Juárez decide avanzar rumbo al sur. Dejó el estado de Chihuahua desde fines de 1866 y ahora —a medida que se siguen dando triunfos del Ejército Republicano— el presidente errante de 1863 va en camino hacia la ciudad de México, pero ahora ya como vencedor.
Don Juan de la Cruz Borrego, da cumplimiento a disposiciones superiores, recoge el Archivo General de la Nación de la cueva del Tabaco. Sus partidarios lo acomodan en carretas y emprenden un viaje que originalmente era a Zacatecas, saliendo por Viesca.
Una escolta de cincuenta hombres bien pertrechados, le da garantías y seguridad. Llegaron a la hacienda de Pozo Hondo, Zacatecas, ahí pernoctaron y al día siguiente, cuando avistaban la villa de Coss, son avisados de un audaz golpe que sobre Zacatecas dio Miguel Miramón y de la forzosa evacuación de la plaza por los soldados y el gobierno republicano. Los conductores del archivo, obrando con buen juicio, se regresan a Viesca en donde esperan el desenlace de los acontecimientos.
Días después llegan algunos oficiales del ejército republicano y los necesarios soldados para recoger el archivo que, con las formalidades debidas, es entregado por el jefe de quienes lo habían custodiado durante dos años y cinco meses. La entrega finalmente no se efectúa en Zacatecas, sino en un lugar denominado la Punta, unas leguas al sur de Viesca.
Don Juan de la Cruz Borrego siguió hasta San Luis Potosí, tal vez llamado por el propio don Benito. Ahí en la esquina del palacio de Gobierno ambos se toman una fotografía, la de Juárez es dedicada con su puño y letra a Juan de la Cruz Borrego, esa fotografía es patrimonio del museo juarista de Congregación Hidalgo.
El triunfo republicano cristaliza el 15 de mayo de 1867 cuando las fuerzas del general Mariano Escobedo toman la ciudad de Querétaro, último reducto de las tropas imperialistas, lo que da paso a la etapa conocida como la República restaurada.
Guillermo Orozco Rodríguez.- 21 de mayo de 2018.
Fuente.- Treviño Alzalde Luis: Ruta de Juárez, Treviño Rodríguez Roberto: Por la vega de Marrufo, Valdés García José Santos: Matamoros Ciudad Lagunera.
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