sábado, 17 de octubre de 2015

Lázaro Cárdenas del Río Ejemplo de Patriotismo y Congruencia.

Guillermo Orozco


Los pueblos que no tienen ideales, ni luchan por hacerlos triunfar, es porque se han degradado en la comodidad o en la esclavitud.     Gral. Francisco J. Múgica



Este 19 de Octubre de 2015 se cumplen 45 años  del  fallecimiento de un hombre, convertido en un mito por sus acciones y cuya figura se agiganta con el tiempo. El educador mexicano Carlos A. Carrillo afirmaba, que estudiar la vida de los hombres que nos antecedieron es para conocer sus acciones positivas e imitarlas.

Hacer un análisis de  los estilos de gobierno de Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, considerados los mexicanos más valiosos del siglo XIX y del siglo XX respectivamente,  debe servir para que los mexicanos del presente hagan un comparativo y vean la diferencia del respeto que tenían los gobernantes honestos hacia su pueblo y la importancia que le daban a la integridad y soberanía de México, muy diferente al estilo de corrupción, antipatriotismo y deshonestidad de los gobernantes del presente.

Las informaciones sobre él han desaparecido de los medios de comunicación, se trata de reducir sus dimensiones de hombre recto para opacar  sus trascendentales actos de gobierno: la expropiación petrolera, la nacionalización de los ferrocarriles, la Reforma Agraria, la creación de la Comisión Federal de Electricidad, multiplicación –como nunca antes– de la Escuela Rural, creación del Instituto Politécnico Nacional, el fortalecimiento de las Escuelas Secundarias, Preparatorias y de las Escuelas para Hijos de los miembros del ejército.

Lázaro Cárdenas nació en 1895,  en Jiquílpan; Michoacán,  primogénito de una familia de clase media independiente, pero pueblerina, lugar  que ya había visto nacer un presidente de la República, al general Anastasio Bustamente, y a un poeta ilustre, Diego José Abad.

En 1900, Jiquílpan apenas contaba con un centro escolar, en donde Lázaro Cárdenas cursó parte de su educación primaria.   A la muerte de su padre,  la familia de once miembros subsiste gracias al raquítico  salario de Lázaro y a la máquina de coser de doña Felícitas.

En 1925 le confiesa a un compañero de armas: “Es tiempo de que las promesas de la Revolución se conviertan en realidades, en hechos tangibles. Todos nosotros… debemos dedicarnos con ahínco a que estos ideales se transmuten en acciones constructivas”.

A partir de 1928 es gobernador de su provincia natal, de un estado que ardía en la lucha cristera. Como es bien sabido, al presidente Calles le daba por perseguir a los católicos; es decir, a la gran mayoría de los mexicanos.

En la gubernatura, Cárdenas demuestra un amplio respeto a las creencias populares. Tratando de no chocar con la actitud anticlerical propia del presidente Calles. Actúa con indulgencia en el caso de los católicos militantes.

A comienzos de 1933 rinde la protesta como Secretario de Guerra y Marina, donde sólo estuvo cuatro meses, pues por haberse “iniciado en distintos sectores del país un movimiento muy sensible de opinión en pro de su candidatura a la presidencia y en vista de que ese movimiento le exigía todo su tiempo”, renuncia a la Secretaría y se convierte en candidato del Partido Nacional Revolucionario para la presidencia de la República en el sexenio 1934-1940.

El 30 de noviembre de 1934, el general Cárdenas recibió la banda tricolor que lo acreditaba como presidente de la República. Pasó a residir a la casa de Los Pinos, ahí el joven  presidente adoptó como nuevas costumbres la de leer los periódicos de prisa y marcharse al Palacio Nacional donde recibía, hora tras hora, comisiones de encopetados como era la costumbre, pero también instauro otra costumbre, la de recibir comisiones de gente humilde. En la tarde, después de comer en la residencia presidencial con su esposa y el recién nacido Cuauhtémoc, volvía al Palacio y allí se quedaba hasta muy noche. Todo esto cuando estaba en la capital, cosa poco frecuente. El general Cárdenas fue un mandatario itinerante.

Acciones importantes de gobierno son el reparto de la hacienda de Guarachá en Mich.; el apoyo oficial a las huelgas y las manifestaciones multitudinarias; los catorce puntos leídos a los conservadores  industriales de Monterrey donde les aclara  que el gobierno “es el árbitro y regulador de la vida social mexicana”; el reparto  de las fértiles tierras de La Laguna a los peones, la expropiación petrolera en 1938 y el acogimiento de los niños españoles conocidos como los niños de Morelia.

Es cierto que todo ha cambiado dentro y fuera del país, pero la memoria no debe perder la esencia del rumbo, la conmemoración de la muerte del general Cárdenas debe ser un acto de reflexión para que los mexicanos de hoy evoquemos el periodo de gobierno del primer plan sexenal,  con un significado ético e intelectual del pasado para compararlo con el presente, un rescate de ese pasado que sirva como lección contra la corrupción y  la intolerancia, una reflexión moral de como la historia juzga a cada quien en la justa dimensión de sus acciones.

 Una lección a quienes se han encargado empobrecer al pueblo y de entregar la soberanía y nuestros recursos a manos extranjeras.

En verdad y sin exageración: ¡Lázaro Cárdenas es el padre del México moderno!




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